Sin embargo, lo que al principio parecía una campaña militar sencilla, se complicó enormemente por la propia dificultad orográfica de la zona concedida a España –cordillera del Rif– y la belicosidad de las tribus que la habitaban, de tal forma que, desde el 9 de julio de 1909, cuando se produjo un ataque de los rifeños a un grupo de obreros españoles que trabajaba en las cercanías de Melilla, se inició una dura contienda militar que alcanzaría su punto culminante con el desastre de Annual en 1921, provocando un intenso debate –no exento de violencia en ocasiones, como ocurrió con la célebre Semana Trágica en 1909– a propósito de la presencia española en Marruecos.
Esta situación es la que explica que, cuando el teniente general Miguel Primo de Rivera estableció su dictadura, tras el golpe de Estado dado el 13 de septiembre de 1923 en Barcelona, su primera decisión en relación con Marruecos fuera negociar con el caudillo rifeño Abd el-Krim, responsable de la derrota de Annual. La postura del dictador era lógica desde su posición, ya que no se trataba de un militar “africanista” –aunque hubiese ganado la Cruz Laureada de San Fernando durante la campaña de Melilla de 1893 y luego hubiera participado en algunos combates posteriores a partir de 1909–, sino que se identificaba con la élite conservadora –cuyo representante más destacado era Antonio Maura– que apostaba por el abandono de Marruecos. Sin embargo, el proyecto de Primo de Rivera se vino abajo porque Abd el-Krim, que el 18 de septiembre de 1921 había creado el Estado Republicano Rifeño, no estaba dispuesto a aceptar ninguna solución que no fuera la independencia. Ante esta negativa, el dictador decidió, a comienzos de 1924, el repliegue del Ejército español en la zona occidental, hacia Tetuán, lo que supuso el abandono de la mítica ciudad de Xauen y de la región de la Yebala y el establecimiento de la llamada Línea Estella. Con esta última operación, Primo de Rivera perseguía cuatro objetivos: la defensa de Río Martín (puerto de Tetuán y su ferrocarril), conservar el Gorgues (punto fundamental de la defensa de Tetuán, capital del Protectorado español), mantener la comunicación de Tetuán con Larache y Tánger, y el control del ferrocarril Tánger-Fez (un compromiso internacional).
Es decir, se trataba de una política “abandonista”, pero a la vez, consciente de que España no podía desatender sus obligaciones internacionales en la zona, ya que eso acarrearía el fin de su estatus como potencia mediterránea y la más que posible sustitución de la posición española en Marruecos por Francia y Gran Bretaña. Se trataba, por tanto, de hacer sentir la influencia española en su zona del Protectorado “con otros medios”, como paso previo al abandono definitivo del interior de la misma, como afirma Sueiro. Sin embargo, este cambio de política, provocó no solo numerosas bajas (2806 solo en septiembre), sino fuertes tensiones con el sector africanista del Ejército, como quedó plasmado el 19 de julio en el almuerzo que los oficiales y jefes de la Legión y de los Regulares ofrecieron a Primo de Rivera en el campamento legionario de Ben Tieb –en la línea exterior de la comandancia de Melilla– y, sobre todo, debilitó la posición española, que en la primavera de 1925 era muy endeble.
No obstante, en esta situación delicada para España se iba a producir un acontecimiento que modificaría la situación de Marruecos de forma radical: el ataque de Abd el-Krim a la zona francesa el 13 de abril de 1925. La decisión del líder rifeño que, a la postre, produciría su ruina, puede resultar de difícil explicación si solo nos fijamos en la Aussenpolitik (“política exterior”), pero resulta lógico si nos centramos en la Innenpolitik (“política interior”). Abd el-Krim dependía de su prestigio para mantener su posición y el Estado Republicano Rifeño, y ese prestigio solo se podía incrementar –tras la victoria de Annual y el repliegue español que para sus rifeños supuso el preludio de la derrota definitiva de España– mediante el ataque a la zona francesa del Protectorado, lo que le permitiría apoderarse de sus fértiles tierras.
Al igual que pasó en la zona oriental del Protectorado español, la ofensiva de 40 000 rifeños desbordó las defensas francesas en el río Uarga y modificó la actitud del residente general, el mariscal de Francia Louis Hubert Gonzalve Lyautey, hasta entonces contrario a la colaboración con España –su objetivo siempre fue la ocupación de la zona española–, en lo que coincidía con Primo de Rivera, cuya política abandonista no pasaba por la pacificación de Marruecos. El cambio de posición de Lyautey fue aceptado por el Gobierno francés, iniciándose el 17 de junio de 1925 las negociaciones conjuntas en Madrid, cuyo objetivo era acabar con el poder de Abd el-Krim. La delegación española, presidida por el general de división Alberto Castro Girona, apostó desde el primer momento por un desembarco en la bahía de Alhucemas –foco de origen de la rebelión rifeña– como única posibilidad de acabar con la rebelión. Esta operación supondría un enorme triunfo personal para el dictador ante la opinión pública y el propio Ejército español, que aclamaría al artífice de una empresa tantas veces proyectada pero nunca realizada.
Por otro lado, la ocupación de la bahía evitaría que, dado su valor estratégico, Abd el-Krim pudiera ofrecerla como moneda de cambio a algún país o interés extranjero. Entre todos los peligros, según Sueiro, Primo de Rivera temía sobre todo a los comunistas, que podrían utilizar Alhucemas como base de operaciones para desestabilizar y amenazar la seguridad de la península e incluso para “bolcheviquizar” España, como así se lo hizo saber al general de brigada Francisco Gómez Jordana y Souza, verdadero estratega del desembarco, como responsable del Directorio Militar para Marruecos y Colonias. Sin embargo, la comisión francesa presidida por el diputado Louis Malvy –gran conocedor de España– se opuso inicialmente al plan español aunque, tras una serie de entrevistas entre las que destacó la sostenida en Tetuán el 28 de junio entre Primo de Rivera y el mariscal de Francia Phillippe Pétain –inspector general del Ejército, es decir, la máxima autoridad militar francesa y generalísimo del Ejército en caso de conflicto–, los franceses aceptaron el plan español, con lo que se establecieron las bases de la futura colaboración conjunta prevista en el acuerdo firmado el 25 de julio de 1925, comprometiéndose ambas partes a no concertar por separado la paz con Abd el-Krim.
Según los autores del Servicio Histórico Militar, a partir de ese momento, una comisión mixta española Armada-Ejército comenzó a preparar en secreto esta operación anfibia. Sin embargo, a pesar del acuerdo con Francia, Primo de Rivera no cejaba en sus proyectos abandonistas, por lo que informó a Abd-el-Krim de la acción en marcha, tratando de convencerle de que aceptase un desembarco pacífico. Así, si el líder rifeño permitía que los españoles ocupasen la bahía, se le concedería un emirato autónomo sobre un extenso territorio, que comprendería también parte de la zona de Melilla, en donde el dictador se comprometía a realizar un repliegue similar al efectuado en 1924 en el sector occidental. Con esta acción, España podría desembarazarse de dos tercios del Protectorado y conservar solo uno, una franja costera, como afirma Sueiro. Abd el-Krim, que no aceptaba otra negociación que aquella que supusiera la independencia completa del Estado Republicano Rifeño, dilató las conversaciones con la finalidad de entretener a los españoles y ganar el tiempo necesario para reorganizarse y recoger las cosechas. Sin embargo, cuando el 28 de agosto comenzó el embarque de las fuerzas españolas que iban a participar en el desembarco en Ceuta y Melilla, el líder rifeño comprendió que la operación era inminente y decidió actuar.
El ataque a Kudia Tahar
La capital del protectorado español, Tetuán, estaba defendida por una línea de fortificaciones que, partiendo de la desembocadura del río Martín seguía de este a oeste su curso hasta el conjunto de posiciones situadas en Bundara y pasando luego por Quitzan y Beni Salah, se extendía después por las instaladas en las inmediaciones del macizo de Beni Hozmar dominándolo aunque de forma parcial, ya que los rifeños tenían en su poder el importante observatorio de Bu Zeitung y el collado de Dar Rai, paso obligado de todos los caminos que se dirigían por el valle del río Martín y a Tetuán desde las alturas de Beni Hassan.
De este conjunto de posiciones defensivas, las más avanzadas eran el Gorgues –recientemente fortificada– y Kudia Tahar, enlazadas ambas entre sí por los puestos del lomo de Tazarines, y por los de Hafa el Ma y los Nator con Ben Karrich. Este saliente, y más concretamente la posición de Kudia Tahar, fue el escogido por Abd el–Krim para desencadenar una acción ofensiva que desbaratase el plan de desembarco en Alhucemas. Sin embargo, el objetivo que se perseguía no está claro en las fuentes. Según el general de división Manuel Goded Llopis, el líder rifeño pretendía conquistar Kudia Tahar, rompiendo la línea de los fortines de Tazarines y Nator, para a continuación descender al valle del río Martín por los barrancos de Mers, Busamelal y Sequim –situados entre los contrafuertes de Hafa el Tuab y Hafa el Ma– y caer sobre Tetuán. Por su parte, el general de división Federico de Souza y Regoyos afirma que el objetivo era romper el frente por el barranco de Assadem y el valle de Háyera para aislar Ben Carrich de Tetuán. En todo caso, se trataba de una operación lo suficientemente importante como para poner en peligro la capital, máxime cuando el embarque de tropas de la zona occidental del protectorado para que participasen en el desembarco de Alhucemas había debilitado sus defensas.
Para desarrollar la operación, Abd el-Krim tomó dos decisiones. La primera, ordenar, antes del ataque, la infiltración de pequeñas partidas por los barrancos y poblados situados entre Kudia Tahar y Tetuán, para que se atrincherasen con objeto de hostigar el avance de las fuerzas liberadoras que seguramente se enviarían desde dicha localidad. La segunda, organizar una harca integrada por 4000 hombres y 9 piezas de artillería de 75 y 105 mm, a las órdenes del caíd Jeriro, antiguo seguidor del gran rival de Abd el-Krim, el Raisuni, que sería la encargada de desencadenar la acción ofensiva situándose en una línea ligeramente paralela a la formada por el sector de Nator-Kudia Tahar-Tazarines y colocando la artillería en la Hafa de Duira, que distaba 1500 metros de Kudia Tahar y la dominaba por completo.
Kudia Tahar era una posición cuadrangular, cuyo débil parapeto era incapaz de resistir los proyectiles de artillería. Su guarnición estaba formada por 130 hombres a las órdenes del capitán de infantería José Gómez Zaracíbar y la integraban una compañía del Regimiento del Infante n.º 5; un destacamento de artillería a las órdenes del teniente Ángel Mejón, del que formaban parte el sargento Miguel González, dos cabos y 20 soldados que servían cuatro piezas de montaña Schneider de 70 mm, y algunos telegrafistas que manejaban un heliógrafo.
El ataque comenzó, a las 5.40 horas de la mañana del 3 de septiembre, mediante un bombardeo artillero de granadas rompedoras de 75 y 105 mm que fue extraordinariamente eficaz, ya que desarboló las defensas españolas e inutilizó la artillería de Kudia Tahar. De hecho, la cuarta descarga mató a Mejón, a González y a nueve artilleros e inutilizó tres de los cuatro cañones de la posición. El cuarto, manejado por dos soldados, Mariano de la Iglesia y Laureano Iglesias, consiguió realizar algunos disparos más, hasta que De la Iglesia, el apuntador, quedó herido. Las bajas de la guarnición de Kudia Tahar no solo afectaron al contingente de artillería, sino también al de infantería. Seis soldados y el teniente Carlos Ocasar Blanco murieron el primer día de combates.
En cuanto se tuvo noticias del ataque, se organizaron diversas fuerzas de socorro para liberar la posición asediada. Desde Ben Karrich se ordenó, el mismo día 3, el envío de una fuerza al mando del comandante Manuel González Salom, compuesta por dos compañías de infantería del Batallón de Cazadores de África n.º 6 y de una sección de artillería a las órdenes de teniente Joaquín Fuentes Pila e integrada por el sargento Antonio García y 20 artilleros. Estas fuerzas sufrieron, desde el momento en que salieron de los acuartelamientos, el ataque de las partidas rifeñas previamente infiltradas y atrincheradas en los caminos que conducían a Kudia Tahar, que les causaron fuertes bajas. Así, de la sección de Fuentes Pila solo lograron entrar en la posición asediada el teniente, el sargento, los dos cabos y nada más que 8 soldados. No obstante, las tropas españolas pudieron controlar el collado entre Vázquez y los Nator, importantísima línea para mantener las comunicaciones de Kudia Tahar con Ben Karrich. Por su parte, el teniente de ingenieros Ángel Sevillano Cousillas recibió, asimismo, la orden de organizar una sección para marchar a Kudia Tahar y hacer reparaciones sobre el parapeto. Esta fuerza entró en la posición en torno a las 15.00 horas, pero de los 40 hombres que la formaban solo llegaron 26. También entró un destacamento de intendencia, a las órdenes del teniente Francisco García Almenta.
El día 4 continuó el ataque rifeño. Los artilleros, encabezados por Fuentes Pila, pudieron hacer algunos disparos con el único cañón útil que tenían, pero una granada mató a este teniente y destruyó la pieza y a partir de ese momento los defensores, que quedaron reducidos a 48 ese mismo día, solo pudieron responder con fusilería y quedaron sometidos a un potente fuego artillero, que destruyó los bidones de agua de la posición. Por su parte, los ingenieros dirigidos por Sevillano se vieron imposibilitados de hacer las reparaciones necesarias en el parapeto, con lo que el capitán Gómez Zaracíbar les ordenó que se incorporasen a las fuerzas defensoras. El mando español, conocedor de la situación, organizó una nueva expedición de socorro y de Gorgues partió una columna a las órdenes del teniente coronel de infantería Buenaventura Hernández Francés que estuvo a punto de ser aniquilada en el barranco de Assaden por un ataque rifeño, que provocó la muerte de dicho oficial y de siete soldados indígenas. Este fracaso llevó a Primo de Rivera a ordenar al general-jefe de la Zona de Ceuta-Tetuán, Souza Regoyos, que tomara el mando de las operaciones.
El día 5, la situación en Kudia Tahar se complicó aún más si cabe con la muerte del capitán Gómez Zaracíbar. El teniente Sevillano, por ser el más antiguo y a pesar de estar herido, tomó el mando de una posición que ya había sido demolida completamente por el fuego de artillería. Por su parte, el sargento de infantería Mariano Ascoz Cabañero se mantuvo con sus 21 hombres en los blocaos y luego se refugiaron en las rocas, haciendo posible la defensa de la posición. Ese mismo día, un tabor del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas (GFRI) Ceuta n.º 3 y un batallón del Regimiento de infantería Serrallo n.º 69, enviados como fuerza de socorro, solo pudieron tomar algunos puestos perdidos en la línea de los Nator, pero en la madrugada del 5 al 6 una harca al mando del teniente de infantería Bartolomé Muntané Cirici atravesó las líneas enemigas y entró en la posición con víveres y agua para salvarla.
A partir del día 6, la situación de los defensores de Kudia Tahar se hizo insostenible por la escasez de víveres y la absoluta carestía de agua y medicamentos. Sevillano, utilizando el heliógrafo, solicitó que le enviasen agua, municiones y refuerzos. La primera llegaría por vía aérea en forma de hielo –destacó por su valor el aviador teniente de infantería Antonio Nombela Tomasich– que sería arrojado sobre los defensores, que muchas veces corrieron grave peligro al recogerlo, una labor en la que destacó el soldado de artillería Juan Fernández. Sin embargo, no fue suficiente, como reconoció el propio Sevillano en un párrafo desgarrador: “Nuestros soldados aragoneses y catalanes en su mayoría vibran de patriótico entusiasmo […] la distribución equitativa de los orines del poco ganado que guardábamos a cubierto es esperada como un bálsamo”. Los rifeños, conociendo la situación desesperada de los defensores y la importancia psicológica que podría tener la caída de la posición, comenzaron a lanzar las siguientes proclamas sobre ellos, según declaró el propio Sevillano: “¡Entregaos! ¡No tiréis, qué hemos entrado en Tetuán! ¡Si os rendís os prometemos respetar vuestras vidas!”. Proclamas que los defensores no siguieron.
El día 9, una operación articulada en torno a las columnas del teniente coronel Eliseo Álvarez-Arenas y los coroneles Prats y Joaquín Fanjul Goñi fue detenida sin poder alcanzar Dar Gazi, cuya conquista era necesaria para liberar la posición. Este nuevo fracaso llevó a Primo de Rivera a tomar dos importantes decisiones. La primera, enviar un telegrama a Sevillano diciéndole que Kudia Tahar sería socorrida pronto. La segunda, organizar una potente fuerza de socorro formada por tres columnas: una compuesta por unidades de élite del Ejército español que ya estaban preparadas para participar en el desembarco de Alhucemas –dos banderas del Tercio y un tabor del GFRI Melilla n.º 2–, que marcharía a las órdenes del teniente coronel de infantería Amado Balmes; y otras dos, a las órdenes del coronel Joaquín Perteguer y del general Souza Regoyos, formadas con unidades de la zona. Todo el conjunto estaría mandado por el general-jefe de la Zona de Ceuta-Tetuán. El objetivo era liberar Kudia Tahar y el plan que se trazó fue el siguiente: tras una intensa preparación artillera, las fuerzas de choque de Balmes se dirigirían por el barranco de Sequin a Dar Gazi para expulsar el importante contingente enemigo allí establecido, protegiendo este movimiento desde los flancos las columnas de Perteguer y Fanjul. Conseguido este primer objetivo, se procedería a liberar Kudia Tahar.
La operación comenzó a las 8.00 horas del día 11, pero la dificultad del terreno impidió alcanzar los objetivos fijados, con lo que se decidió fortificar el terreno conquistado y reiniciar la operación al día siguiente. El 12, las tropas españolas se pusieron en marcha nada más amanecer y, tras una operación sencilla, se tomaron los alrededores de Dar Gazi, con objeto de preparar el ataque final, que se desencadenó sobre las 16.00 horas. Tras una lucha brutal, donde el comandante de infantería Francisco García Escámez y el capitán y el teniente de la misma arma, Miguel Rodrigo Martín y José Martínez Anglada, se comportaron con particular heroísmo, los soldados del Tercio lograron tomar el poblado utilizando armas blancas y granadas de mano, causando 125 muertos a sus enemigos. Al día siguiente, tras conquistar el poblado de Assadan, y lograr la línea de los Nator, Kudia Tahar fue liberada. El cerco había terminado.
Conclusión
El sitio de Kudia Tahar revistió particular importancia por tres causas, fundamentalmente. La primera, porque supuso un fracaso para el hasta entonces siempre victorioso Abd el-Krim, lo que contribuyó a desprestigiarle en la zona de la Yebala, pero sobre todo le impidió detener el desembarco de Alhucemas, como era su propósito. La segunda, porque supuso la rehabilitación del soldado español como combatiente eficaz. Como afirmó Woolman, este combate demostró que “el soldado español, debidamente posicionado y suministrado, era tan bueno como cualquier otro, en cualquier tipo de lucha”. Y la tercera, porque resultó una victoria para un ejército, el español, que no había dejado de sufrir descalabros importantes desde 1921. De hecho, el triunfo en Kudia Tahar fue el preludio del éxito en Alhucemas. Y así lo entendió Primo de Rivera, que fue especialmente generoso en la concesión de condecoraciones, hasta el extremo de que Juan Pando lo ha denominado el “combate de las laureadas” porque, según este historiador, se concedieron diez, aunque fueron nueve, ya que la del teniente de infantería Ricardo Quiroga García se concedió por el combate del Gorgues el 18 de septiembre. Los nueve laureados fueron: García Zaracíbar, Sevillano Cousillas, Fuentes Pila, Muntané Cirici, Nombela Tomarich, Martínez Anglada, Ascoz Cabañero, Rodrigo Martínez y García Escámez. Esa generosidad alcanzó a todos los supervivientes de la posición, que recibieron personalmente de Primo de Rivera un cigarro puro y 125 pesetas.
Bibliografía
- Muñoz Bolaños, R.; De Mesa Gutiérrez, J. L.; Lázaro Ávila, C.; Núñez Calvo, J. N. (2001): Las Campañas de Marruecos. 1909-1927. Madrid: Almena.
- Pando Despierto, J. (1999): Historia secreta de Annual. Madrid: Temas de Hoy.
- Sueiro Seoane, S. (1994): “El mito del estratega. Primo de Rivera y la resolución del problema de Marruecos”, Cuadernos de Historia Contemporánea, 16, 113-129.
- VVAA. (1988): Historia de las Campañas de Marruecos, tomo 3. Madrid: Servicio Histórico Militar.
- Woolman, D. S. (1988): Abd el Krim y la guerra del Rif. Barcelona: Oikos Tau.
Roberto Muñoz Bolaños es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid y profesor en la UCJC, la Universidad Francisco de Vitoria y el IUGM-UNED. Autor de obras como Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en España, 1900-1945 (2000), Trafalgar 1805. Gloria y caída de la Armada española (2005), Bagration y las ofensivas soviéticas de 1944 (2010) y 23-F. Los golpes de Estado (2015). Igualmente, ha publicado en numerosas revistas científicas y colaborado en obras colectivas. IV Premio Javier Tusell a Historiadores Noveles (2015) por su artículo “La última trinchera. El poder militar y el problema de la Unión Militar Democrática durante la transición y la consolidación democrática, 1975-1986”.
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